En 2011, Ken Murray, profesor de medicina, escribió el ensayo “Cómo mueren los médicos”, donde decía:
“A los médicos no les gusta morir como al resto de nosotros. Lo que es inusual en su caso no es la gran cantidad de tratamientos que reciben en comparación con la mayoría de los estadounidenses, sino los pocos a los que se someten. Pese a todo el tiempo que pasan ahuyentando la muerte de otras personas, tienden a estar bastante serenos cuando afrontan la suya. Saben exactamente lo que va a ocurrir, conocen las opciones y, por lo general, tienen acceso a cualquier tipo de atención médica que pudieran querer. Pero se van tranquilamente.”
Esto nos muestra algo curioso: los médicos, quienes dedican su vida a salvar a otros, eligen no llegar a los extremos para salvarse a sí mismos. Es un recordatorio de que existe una distancia entre lo que alguien recomienda y lo que esa misma persona elegiría para sí.
Y es que, para bien o para mal, todos estamos verdaderamente solos en este mundo. Nadie, nunca, podrá saber completamente lo que significa ser tú. Eso solo puedes saberlo tú. Como me dijo un viejo shaman en las montañas, mientras cazaba OVNIs (en una de esas historias que guardaré para otro momento):
“Puedes leer sobre el whisky en doscientas bibliotecas, asistir a todos los simposios sobre él, aprender todas las formas de hacerlo, pero hasta que no te tomes un whisky, no sabrás lo que es un whisky. El resto es información; el conocimiento es personal, siempre es una experiencia personal.”
Vivimos en una época de exceso de comunicación. Es fácil perderse en el mar de consejos que todos ofrecen, y me incluyo, porque también comparto los míos. Pero creo que es importante recordar algo: no importa lo que yo o los demás digamos; solamente tú puedes decidir qué te sirve. No caigas en la trampa de vivir la vida de otros, de no cometer tus propios errores, de no construir tu propio camino.
Últimamente he pensado mucho en esto. Intentar ser escritor siempre fue visto como un mal consejo. Los “buenos” consejos eran estudiar una carrera, trabajar en una empresa, crecer profesionalmente. Pero un día, escuchando a Facundo Cabral, sus palabras me golpearon:
“Deja la cama donde te duermes con la multitud y sal a caminar por ti mismo, es decir, por lo único verdadero, es decir, por la vida. Entonces, despierto, bendecirás a todos con tu alegría. Deja la parasitaria tribuna y entra a la cancha a jugar tu partido; deja de complicarte y complicar. Detente y comprobarás que el sentido de la vida está en ella misma.”
O como lo dijo mi tocayo, Antonio Machado:
“Caminante, no hay camino; se hace camino al andar.”
Ahora, sin importar qué, me he propuesto ser escritor y vivir de lo que escribo.
Ten la valentía, tú también, de vivir. Escucha a todos, aprende de todos, pero recuerda que esta es tu vida. Y cuando llegue el momento de enfrentarte a la muerte, estarás solo. Solo tú y lo que hiciste, o lo que dejaste de hacer.
No engrases los ejes, aunque te digan abandonado; si a ti te gusta que suenen, ¿para qué los quieres engrasados?
Te quiero mucho
Antonio
Hola, Antonio, tu artículo es uno de los que más ha tenido visitas desde https://columnas.substack.com/p/merece-la-pena-la-industrializacion
Cierto 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?